Contra la
crítica: Siete variaciones sobre
un tema desagradable. (I)
por Pravu Mazumdar
Critica N°6
Durante el mes de agosto (como parte de nuestras
lecturas ligeras de verano) publicamos una serie de cinco artículos sobre la crítica,
los cuales pertenecen a una asociación con KLIMT02, bajo el sello "el feed de
AJF". Los cinco ensayos, aunque diversos, todos abordaron la idea de que
la crítica es buena y que la misma es un componente necesario para el
crecimiento de la artesanía contemporánea.
De ahí mi emoción cuando Pravu Mazumdar accedió a
desarrollar sus propias ideas sobre el papel de la crítica en un ensayo en dos
partes titulado Contra la Crítica. Los
lectores que se sumergieron en los ensayos anteriores seguramente se
regocijarán con el texto del maestro Foucaultiano residente de Múnich. Si desea refrescar su memoria antes de
embarcarse en esta densa tesis de dos partes, por favor revise los excelentes
textos escritos por Moyra Elliott, Clare Finin, Damian Skinner, Garth Clark, and Suzanne Ramljak. La segunda parte del ensayo de Pravu será publicada en
siete días.
-Benjamín Linel
"En última instancia, no me preocupo por
repartir calificaciones a las obras de arte (por eso evité la oportunidad de escribir
sobre cosas que no admiré").
-Susan Sontag (1966)
Un pasatiempo favorito en la corte
real del emperador mogol Akbar consistió en resolver acertijos. Una noche, un
anciano se acercó al monarca y le pidió que le permitieran presentar una nueva
tarea. Al recibir el permiso, sacó un pedazo de tiza, dibujó una larga línea
recta en el suelo, y se volvió hacia la selecta reunión con una pregunta.
¿Podría alguien reducir la línea sin tocarla? Después de que varias propuestas
fracasadas fueran expresadas, un muchacho joven se levantó, tomó la tiza de la
mano del viejo y dibujó una segunda línea, paralela a la primera y más larga.
Sin tocar la línea original en su realidad física, había reducido su valor
creando una línea más larga.
Citando a Nietzsche: toda
creatividad conlleva un tipo específico de crítica que, como en cualquier otra
práctica de juicio, transforma los valores existentes atacando ideales, libros,
artefactos, pero no en un modo negativo. Tal crítica no toca, mide ni reduce su
objeto y difiere radicalmente de la crítica normativa a la que nos
acostumbramos en nuestra vida cotidiana. En otras palabras: tal crítica no
compara su objeto con una norma, sino que la supera través del nuevo objeto
creado por ella, que, ya sea un texto, un objeto hecho a mano, o lo que sea que
se considere tal como una obra de arte, encarna un nuevo ideal que manifiesta
los límites intrínsecos del ideal encarnado en el objeto original. La crítica
de Nietzsche a los ideales estéticos o al Nuevo Testamento presenta como
creativo al sujeto crítico limitando su juicio inherente y dejándolo "ponerse los guantes", como él
lo llama, [1] antes de volverse a su objeto. Tomar
las riendas en la senda de acercarse a algo antes de criticarlo desencadena un
proceso crítico alternativo, en el curso del cual el ideal trascendental de
Kant finalmente parece adquirir un cuerpo.
Cuatro años antes de su muerte,
Michel Foucault dio una entrevista a Le Monde, [2] en la que mencionaba a un amigo de
Courbet, que se despertaba cada noche y gritaba: "¡Quiero juzgar! ¡Quiero juzgar!”. Foucault considera
asombroso que la gente esté tan loca por criticar a otros e imagina que el
último sujeto humano, habiendo reducido su último enemigo a cenizas, se
apoderaría de una vieja mesa desvencijada, se colocaría detrás de ella y empezaría
a juzgar a todos los responsables de la calamidad. El mismo Foucault entiende
la crítica como una actividad que no se ocupa de juzgar, sino que tiende a "asistir a una obra, a un libro, a una
declaración con el objeto de alcanzar la realidad”. Tal crítica encendería
antorchas, vería crecer la hierba, escucharía el viento, atraparía la espuma en
vuelo y le daría vueltas. Tal crítica no acumularía juicio sobre juicio. En su
lugar, reuniría todo vestigio de existencia, los llamaría y despertaría de su
sueño. La crítica en este sentido no necesita vestiduras rojas, porque está
cargada con las tormentas del pensamiento posible, lo que le permite aprovechar
la variedad de alternativas que rodean una obra y la lleva hacia su propio ser
futuro.
Casi dos décadas antes, Foucault
había acuñado el término "afirmación
no positiva" en su famoso ensayo sobre Georges Bataille [4]. El término significaba: no criticar
algo a través de la negación su existencia, sino afirmando su no existencia, es ahí donde la creatividad entra en
juego. Afirmar la no existencia de algo significa romper su identidad,
transgredir los límites de su definición y discernir el dinamismo interior que
lo impulsa hacia el crecimiento y el movimiento. Darwin no critica a un reptil
por ser un reptil, sino que simplemente describe en lo que posiblemente esté
evolucionando. Siempre hay algo de una afirmación no positiva al ver crecer la
hierba, escuchar el viento, reducir una línea sin tocarla y, esencialmente,
seguir la deriva constructiva de una obra hacia el ser. Tal crítica trata con cosas que todavía están medio dormidas y
que aún carecen de la fuerza necesaria para mover otras cosas. En lugar de
lanzar juicios sobre ellos, procede a darles el ímpetu para cruzar el umbral de
su propio ser.
El tema que nos ocupa no es
agradable. Durante más de dos décadas hemos estado experimentando un verdadero
diluvio de prácticas de juicio, que emanan de una inseguridad típica de las
sociedades modernas y su falta de normas universales. Tales prácticas pueden
ser observadas en una creciente tendencia hacia la clasificación y la
estandarización en todo el mundo, involucrando no sólo actos explícitos de
juicio o juicio de juicios, sino también todos aquellos debates, comentarios y
controversias que constituyen, en su totalidad, los discursos típicamente normativos que giran alrededor del
público tales como los pronunciamientos de una pena de muerte o las decisiones
anuales recurrentes del Comité del premio Nobel. La práctica del juicio está
íntimamente relacionada con nuestro modo de vida industrial, impulsado por la
doble exigencia de productividad y una evaluación sostenida de los productos
para asegurar su circulación.
En el contexto de la
industrialización, la práctica artística puede ser vista como una actividad
generadora de un tipo paradójico de productos
no utilitarios. Por un lado, el
arte se pone en circulación como cualquier otra mercancía a través del dinero,
mientras que, por el otro, los productos artísticos permanecen inmateriales, por lo que no es fácil
evaluarlos en las condiciones modernas, caracterizados por una falta de normas
universalmente aceptadas. Las obras de arte no pueden medirse en términos de
volumen, peso o temperatura, ni cualquier otro estándar cuantificable para esa
materia, específico de una "sustancia estética", a menos que se tomen
cosas vagas como una "necesidad de
calidad" o una "reflexión
sobre el medio "o un “cuestionamiento
a la tradición" como guias para regular la práctica artística. A pesar
del clamor de los tradicionalistas por un retorno a los estándares estéticos
pre-modernos, la inconmensurabilidad inherente al arte se agudiza en el
contexto de su modernidad.
Los jueces tienden a sobrevalorar su
trabajo entendiéndolo como una medida de seguridad para garantizar la calidad,
y por lo tanto como un servicio invaluable para la comunidad. En verdad, sin
embargo, el trabajo de un juez, inevitable como podría ser para el proceso de
circulación, es parasitario, prosperando en la producción real de calidad por parte de artistas y artesanos. Incluso si no es
cierto que todos los fabricantes produzcan calidad, es sólo de las manos de los
fabricantes que la calidad puede surgir. El juicio es básicamente una actividad
de segunda mano. No es más que una respuesta a una necesidad generalizada de evaluación. En otras palabras, no es una
práctica productiva, sino, en el mejor de los casos, una técnica para poner
orden en la mente consumista, cuando es incapaz de concentrarse en la conmoción general de productos tirando de ella
en diferentes direcciones y paralizándola en el bullicio de la compra y venta.
Algunas personas nunca tocarían un libro o irían al cine sin consultar los
oráculos críticos presentados por los medios de comunicación. En general, se
puede afirmar con seguridad que la popularidad del juicio es directamente
proporcional a la desaparición de la educación estética y el instinto
En este punto, quisiera precisar una
distinción elemental entre el criticismo
y crítica, de la que he estado
haciendo uso hasta ahora de manera algo tácita.
El criticismo en mi entendimiento es la expresión de una tendencia
intrínseca en las sociedades modernas a restaurar algún tipo de régimen antiguo en el arte. De hecho, el
término usado para definir a un crítico y conocedor de arte en alemán durante
el siglo XVIII es "Kunstrichter",
que significa "juez de arte", persona que administra una especie de
justicia estética. Está claro que tal término se remonta a la suposición de que
los procesos artísticos se rigen por un conjunto de "leyes naturales" preexistentes que se hacen sentir como
una especie de logos estéticos a
través del trabajo del Kunstrichter
como su sacerdote y portavoz. Mucho de lo que cuenta para la crítica en el
mundo artístico de hoy continúa funcionando en este sentido, entendiéndose como
una aplicación "ontológicamente" necesaria de "leyes de
calidad" y respondiendo a una demanda generalizada de estándares y
autoridades para medir obras de arte en virtud de normas universalmente
aceptables.
Desde el punto de vista del criticismo, el mundo del arte está
poblado de objetos bien definidos y de valores vinculados a ellos, que
disminuyen con cualquier aumento en la distancia entre los objetos y una norma,
por muy contingente o frágil que ésta sea. Tal mundo no es diferente del mito
teológico de una Creación, en el que las cosas pierden su valor con una
distancia cada vez mayor de Dios, de modo que la crítica se reduce, en última
instancia, a medir la distancia entre una obra y una norma, incluso si ésta
hubiera sido fijada con el propósito expreso de permitir una sentencia. Incluso
cuando los defensores de la crítica tienen una actitud constructiva y hacen
hincapié en la importancia de los debates que acompañan a las obras de arte, la
crítica sigue siendo un anhelo de absolutos y, en última instancia, un
llamamiento a un retorno a Dios y al Rey.
La crítica, por otra parte, no está interesada en el quantum del
conformismo que constituye una pieza de arte. Le importa poco la relación entre
una obra y una norma preexistente, o la que existe entre una obra y una ilusión
por parte del crítico. En cambio, trata a una obra como un vector que apunta en
la dirección de su ser. En lugar de ver el trabajo como una cosa terminada
dentro de los límites de su definición y mantenerse alejado de una noción
preconcebida de lo que debería ser, la
crítica describe una obra, leyéndola
como una tendencia y un proceso de pensamiento que finalmente lleva más allá de
la obra, aplicándose como un acto de intervención. La crítica, dicho de otra
forma, no está interesada en calificar una obra, sino en cooperar con ella hacia un fin común. En su perspectiva, el mundo
no está poblado de objetos bien definidos, sino de valores, que cuestiona
creando valores propios.
Las consecuencias metodológicas son
claras. La crítica no cede al moralismo
de la comparación, sino que evoluciona en cambio como una descripción apasionada hecha con una precisión e inteligencia
que la guía, ya que desentraña las sutilezas de la semejanza y la diferencia.
El telos de la crítica no es un
veredicto, sino una descripción llevada al punto en que una obra comienza a
hablar por sí misma. En otras palabras, la crítica no enseña cómo juzgar, sino cómo leer una obra dándole las palabras que le falta.
Sin embargo, la exactitud no es la
neutralidad, y mientras que la crítica no viene con las túnicas rojas típicas
de un Kunstrichter, es un
participante en un discurso, investido con una deriva discursiva propia. Al
contrario de la obra que aborda, la crítica tiene un vector propio, ya que no
es meramente una opinión sobre una obra, por bien fundada que sea, sino que es
en sí misma una "obra" con un estilo y postura propia, alineándose
con el vector de su objeto, que a veces también lo lee a contra corriente,
obviamente no en nombre de una norma dada, sino en virtud de su propia
existencia, como fuerza en un campo de interacciones culturales. En otras
palabras, la crítica no opera desde un nivel más profundo o más alto que el
trabajo que discute. No simula la voz de Dios, sino que interfiere con una obra
en sus propios términos y a su propio nivel. Interviene activamente en el
proceso desplegado por el trabajo y empuja hacia adelante el proyecto, perseguido por ella implícita o incluso de forma
incompleta.
En su Genealogía de la Moral, Nietzsche distingue entre una postura activa y una postura reactiva. [5] La postura activa emana de un estado de fuerza y triunfo del
auto-disfrute, en el cual sólo otros en estados igualmente activos perciben /
disfrutan, mientras que todo lo demás es necesariamente pasado por alto. La
postura activa es autónoma y soberana, en contraste con la postura reactiva,
que surge de un estado de dependencia y resentimiento, en el que nos definimos
con respecto a lo que nos oponemos, de modo que primero nos enfrentamos con lo
que rechazamos, antes de siquiera empezar a vernos a nosotros mismo y a otros
que son similares a nosotros. Evidentemente, la oposición entre el criticismo y
la crítica puede estar relacionada con tal genealogía. El criticismo surge de
una postura reactiva, partiendo del
"peligro" de una desviación y como reacción a una obra, tan pronto como la percibe como su otra. La crítica, por el contrario,
surge de un sentido de entusiasmo o admiración por una obra y procede a
conectarla con su propia perspectiva y la utiliza como un trampolín para
sumergirse en su propia actividad.
Puedo bien anticiparme al tipo de
argumentos que se pueden oponer a tales afirmaciones, señalando la importancia
de los jurados, comités, mentores y demás involucrados en los procedimientos
omnipresentes de marcar la calidad, ya sea en las instituciones de enseñanza o
en el establecimiento artístico en general. Sin embargo, dudo que eso no sea
poner el carro delante del caballo. ¿El juicio realmente genera calidad o
influencia en la producción de calidad? ¿O no es más bien una reacción a una cualidad ya existente o a
su falta? Supongo que la pregunta es en última instancia indecidible. Sin
embargo, seré sincero: si tuviera la opción, yo presionaría para que la crítica
mantenga la batuta por sobre el criticismo.
Puesto que la crítica está sin duda mejor sintonizada
que el criticismo a un temperamento moderno, su único marco exterior de
referencia es la regla general: ¡Ninguna
trascendencia, ni siquiera la de una norma! Contrariamente a toda práctica
de juicio, la crítica se basa en el tipo de observación y recopilación de hechos
que habitualmente se denomina "investigación",
que involucra todo lo que va con el paradigma de la investigación científica y
termina en un producto, que es el
propio texto crítico.
Antes de resumir estas observaciones, quisiera
señalar que los dos modos aislados y opuestos de crítica que he denominado criticismo
y crítica, obviamente, no deben tomarse como cosas reales. Como resultado de un
análisis, son abstracciones. Los
discursos críticos nunca emplean uno u otro modo en una forma pura, sino una
amplia gama de sus posibles combinaciones, en las que figuran en proporciones
variables como elementos contrastantes que difieren en peso y frecuencia, y que
el criticismo obtiene generalmente la mayor parte de la atención pública.
Es en esta relación de poder entre los dos tipos
de práctica crítica, que me gustaría presentar, con el objeto de enfatizar, aún
con el riesgo de exagerar mi posición, en 10 puntos la importancia y
superioridad de la crítica como alternativa al criticismo:
- El arte nos enseña a leer el mundo a través de
la aplicación de sentidos. El
criticismo nos enseña a categorizar el arte a empleando reglas. La critica nos enseña a
leer el arte usando el lenguaje
- El criticismo es la aplicación de una ideología, asumiendo la pre existencia de estándares
y funcionando sobre sus bases como una técnica de medición. La crítica es
por contraste la práctica de un arte
que esta investido con las habilidades intelectuales y estéticas de la crítica
y se desdobla como un técnica de descripción
- El criticismo reduce la complejidad de un
trabajo comparándolo con una norma. Se propone medir el quantum de
conformidad o desviación en una obra con respecto a las normas
establecidas por otras obras. Por lo tanto, es necesariamente ciega a la singularidad de una pieza. La
crítica, por el contrario, devuelve una obra a su complejidad simplemente
por su fidelidad como un arte de descripción capaz de revelar el vector
ontológico inherente a una obra.
- El criticismo no requiere ninguna paciencia
para los detalles de una obra o cualquier respuesta específica hacia su
singularidad, además, no se ve obstaculizado por las exigencias habituales
de la erudición. Simplemente requiere un conocimiento práctico de las
reglas que aplica, en las cuales nunca se ve una razón para desafiar. La
crítica, por otra parte, se basa en la observación paciente y la erudición
que la apoya en su aventura descriptiva.
- El criticismo termina con un juicio: "bueno" o
"malo". La crítica termina con un texto, que es en sí mismo una
"obra" que funciona como una versión verbal de la obra del
artista y que coopera con ella para revelar su deriva ontológica.
- El criticismo se opone a una obra arrojándole
un juicio y afectando su imagen pública. La crítica presenta una obra
describiéndola y transformando el proceso de pensamiento encarnado en
ella.
- El criticismo se centra en la conciencia del artista, incluyendo
la cronología de los pensamientos, las emociones, la formación /
experiencia profesional, prejuicios que preceden a la producción de una
obra. Compara éstos con lo que debe
ser y utiliza la obra como un punto de entrada para un juicio sobre su
creador. Por el contrario, la crítica se centra en el trabajo como un proceso de pensamiento legible que va más allá
de la obra misma. No recurre en primer lugar a la conciencia ni al
discurso verbal del creador, sino que suspende la autoridad del sujeto
artístico tratando de describir la obra independientemente de su creador.
¿Por qué un relato retrospectivo de un artista es más confiable o más
autoritario que cualquier observación inteligente emprendida por el
crítico? ¿Por qué las palabras de un creador deben estar libres de cosas
como un recuerdo vacilante o una ceguera "profesional" hacia
ciertos aspectos de la obra? Si la crítica escucha lo expresado por un artista, lo hace sólo en la medida en que no
contradiga los resultados de su propia lectura atenta de la obra.
- El criticismo en última instancia, funciona
como un gobierno de la mediocridad, comenzando con la sospecha de una
desviación, se siente obligado a supervisar como parte de su papel
autoproclamado, a fin de proteger al mundo de las obras "malas".
La palara crítica, por el contrario, comienza con la experiencia de ser
golpeado por algo excepcional o sin precedentes en una obra y procede a
analizar y explicar esa experiencia describiendo la obra y revelando su
dirección de movimiento.
- El criticismo proporciona en el mejor de los
casos una orientación a los
vendedores / compradores / coleccionistas para encontrar su camino a
través del laberinto del mercado del arte. Ayuda a decidir la cuestión del
valor de mercado: ¿Cuáles son las obras que se deben poner en circulación
y cuáles debe ser excluidas desde el principio? La crítica, por el
contrario, inculca a sus lectores una competencia, mostrándoles cómo leer una
obra.
- El criticismo está interesado en saber si un
trabajo permanece dentro de límites que distinguen entre buena o mala
artesanía, entre pensamiento fuerte y débil. La crítica está, por el
contrario, interesada en averiguar si una obra extiende los límites
existentes o establece nuevos límites y finalmente transforma el mundo por
medio de su propio ser. En este sentido, la crítica está verdaderamente
interesada en el potencial crítico de una obra en oposición a su
conformismo. ¿El trabajo cuestiona nuestras ideas contemporáneas sobre la
artesanía? ¿Sugiere un cambio de paradigma en nuestro pensamiento de una
manera que me fascina, como crítico?
Ciertamente no estoy pidiendo una
abolición de la crítica, sino tratando de llamar la atención sobre una práctica,
que rara vez se toma en cuenta, aunque ha estado alrededor por un tiempo,
ejemplo de ellos son las lecturas de Foucault sobre Manet, la lectura de
Barthes a Racine o la lectura de Sontag de Barthes. A estos escritores les
importaba poco las reglas o las normas cuando lanzaban sus críticas como una
poderosa alternativa al criticismo en el modo de una lectura matizada e
inteligente de una obra. Es obvio que la crítica en este sentido está mejor
adaptada que el criticismo al temperamento científico, porque al percibir una
obra de arte, la crítica no es impulsada por la fe -en un ideal, una norma, una ideología- sino por la inteligencia
de los sentidos, una mente experimentada y una buena dosis de curiosidad.
Sin embargo, no estoy haciendo la
ingenua sugerencia de que eliminemos
totalmente el criticismo, sino que exploremos las posibilidades de subordinarlo a la crítica. El criticismo
puede en el mejor de los casos abrir el camino hacia la crítica. Pero no puede permitírsele
dominar, y mucho menos reemplazar a la crítica.
[1] "No
refuto ideales, simplemente me pongo los guantes en su presencia."
Ecce Homo en Nietzsche, Friedrich, Obras completas, Edición crítica de
Estudio en 15 volúmenes, ed. Giorgio Colli y Mazzino Montinari (Berlín, Nueva
York: Walter de Gruyter & Co., 1967-1977), vol. 6: 259. También:
Anticristo, no. 46 en Nietzsche, vol. 6: 223. Traducido por Pravu Mazumdar.
[2] “Le philosophe masqué” (La filosofía
enmascarada) en Michel Foucault, Dits et écrits (Pensamientos
y Escritos) (Paris: Gallimard, 1994), vol IV, no. 285: 106.
[3] “Le philosophe masqué.” Énfasis del autor.
Traducido por Pravu Mazumdar.
[4] “Préface à la transgression (en hommage à
Georges Bataille)” Prefacio a la transgresión (en homenaje a Georg Bataille) en
Michel Foucault, Dits et écrits (Pensamientos y Escritos) (Paris:
Gallimard, 1994), vol. I, no. 13: 238.
[5] Friedrich Nietzsche, Zur
Genealogie der Moral (Hacia una genealogía de la moral) in Sämtliche
Werke (Obras completas), vol. 5, Primera Tratado: “Gut und Böse,” (Bueno y
malo) “Gut und Schlecht”,” (Bueno y feo): 257–289.
Pravu Mazumdar estudió física en
Nueva Delhi y Múnich y tiene un doctorado en filosofía de la Universidad de
Stuttgart, Alemania. Vive como escritor y profesor en Múnich. Sus campos de
trabajo incluyen el arte y la filosofía, y sus libros están estrechamente
relacionados con el posmodernismo francés, en particular la filosofía de Michel
Foucault. Próximamente publicará un libro sobre la joyería titulado Die entfesselte Oberfläche (La
Superficie Desatada), Berlín: Matthes & Seitz.
Traducción: H.N
Gracias Barbara Magana por las correcciones de estilo.
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