miércoles, 30 de noviembre de 2016

AJF----> Diario de una Joyería Colonial en el extranjero

DIARIO DE UNA JOYERÍA COLONIAL
 EN EL EXTRANJERO
Por Damian Skinner

A modo de introducción
En el año 2008, recibí una beca de Creative New Zealand, la agencia gubernamental de financiamiento de las artes para viajar a Europa y dar algunas conferencias sobre la Joyería Contemporánea en Nueva Zelanda. Soy historiador de arte calificado que comenzó a escribir sobre la joyería hace un par de años y muy rápidamente me di cuenta de mi ignorancia con respecto a la escena internacional de la joyería - y lo importante que era para mí hacer conexiones con joyeros y escritores que viven en el extranjero. La beca me permitió viajar a América, Inglaterra, los Países Bajos, Alemania y Francia.  Aquí hay un registro un tanto fantasioso de algunas de las cosas que me sucedieron en el camino.

Haciendo Conexiones en San Francisco
La joyería de Nueva Zelanda tiene algunas conexiones históricas con la joyería americana. Hemos visto hacia a Australia, nuestro vecino más cercano y luego a Europa. Sabemos un poco de la joyería europea, gracias a las conexiones pioneras de Warwick Freeman (que desde finales de los años 80 ha expuesto en Holanda y Alemania) y a Lisa Walker (que se mudó a Munich, estudió con Otto Künzli y se casó con Karl Fritsch). Pero sabemos muy poco acerca de América. Si me preguntas sobre la joyería americana contemporánea, te diría que es narrativa y figurativa y muy diferente de la joyería europea.

Más allá de lo obvio: Repensar la joyería
Portada

En San Francisco me entregaron el catálogo Más allá de lo obvio: Repensar la joyería (Beyond the Obvious: Rethinking Jewelry), que cuenta con el trabajo de Jamie Bennett, Lisa Gralnick, Keith Lewis, Bruce Metcalf, Sondra Sherman y Kiff Slemmons. Ojearlo demuestra sin lugar a dudas que la joyería americana es de buena calidad -seria, comprometida, con un lenguaje desarrollado. No siempre entiendo este lenguaje pero la exposición a nuevas cosas es por lo que estoy viajando.

Estoy seguro de que un lector estadounidense se sorprendería de que yo pueda imaginar que su joyería sea otra cosa que excelente. Pero en Nueva Zelandia asumimos que cualquier batalla entre la joyería americana y la europea aseguraría una victoria para los creadores europeos porque es mucho mejor. Después de realmente ver algunos trabajos (en este catálogo, en la galería de Velvet Da Vinci y en la colección de Susan Cummins) no estoy tan seguro. Empiezo a emocionarme porque estoy cerca de llegar a los límites de mis ideas preconcebidas, de mi propia ceguera. Suponer que la joyería americana es buena significa que necesito deshacerme de las expectativas y las creencias que me impedían ver correctamente. Voy a ser capaz de identificar los valores que he heredado sin pensar, echarles un buen vistazo y mantenerlos o desecharlos.

Todos los Schmuck en el mundo
El Schmuckmuseum en Pforzheim debe ser un punto culminante de las experiencias museísticas de cualquier amante de la joyería. Para ser honesto, me ocasiona un choque cultural. Me divido entre sentir pena por los joyeros europeos contemporáneos quienes tienen que lidiar con el peso y la excelencia del pasado; y sentir envidia, porque llegan a experimentar la rica diversidad e historia de la joyería para saberse parte de una tradición que se remonta a la antigüedad. Supongo que esto es lo que hace que la joyería contemporánea europea sea tan buena: aquí no todo es posible, hay reglas y tradiciones que exigen ser respetadas y si vas a hacer una contribución entonces tu trabajo tendrá que aportar algo impresionante a un siglo de largo diálogo.

Me siento un poco en conflicto. Por un lado, cuan afortunados somos de vivir en Nueva Zelanda donde el pasado de joyería se sienta tan ligeramente sobre nuestros hombros; y por el otro, cuan fácil es para nosotros que salgamos con un trabajo que no es tan bueno ni tan históricamente cultivado como debería ser.

Viniendo de Nueva Zelanda, para mí es muy notable que el adorno étnico falte en las galerías históricas. Encontramos un poco de joyería asiática e india en las galerías históricas y algunas joyas populares europeas también se incluyen. Pero está claro que el adorno del Pacífico o África digamos, es muy diferente al de las gemas que llenan esta parte del museo.

Mi inquietud crece cuando veo la colección de joyas etnográficas Eva y Peter Herion. El texto de la pared dice que «Eva y Peter Herion visitan los refugios de las sociedades tradicionales para adquirir un testimonio sobresaliente de las formas de vida del pasado y del arte exquisitamente elaborado antes de que estas sociedades fueran víctimas del inexorable avance de la modernización». En ella hay ejemplos fantásticos de ornamentación y la galería trabaja de forma rotativa de manera que cubre cada cultura eventualemente. (Cuando la visité, la India, África, Papua Nueva Guinea, Namibia y el norte de Tailandia estaban en exhibición.)

Pero hay algunos problemas reales, como la falta de fechas para cualquiera de los objetos, en marcado contraste con la cuidadosa cronología dada a la joyería histórica europea. Estos objetos son estáticos, míticos, atrapados fuera de la historia, desde su atemporalidad crítica a su autenticidad como evidencia de culturas moribundas. Estos objetos necesitan desesperadamente volver a entrar en el tiempo, como el trabajo de culturas que están cambiando y adaptándose - en lugar de ser erradicadas - por el mundo moderno. Esta es una manera muy pasada de moda para presentar otras culturas y una sorpresa en un museo que es por demás tan innovador.

Tratar con la identidad holandesa
Antes de dirigirme al extranjero, entré en contacto con dos joyeros que vivían en Amsterdam, cuyo trabajo me interesaba particularmente. Terhi Tolvanen era originalmente de Noruega, y su trabajo me atrajo debido a su trato particular de la naturaleza. Ella utiliza materiales naturales como madera, conchas, piedras y realiza estas intervenciones sutiles e inteligentes respetando tanto la cualidad base del material y su socavado. Peter Hoogeboom es un joyero holandés cuyo trabajo tiene una especie de sentimiento etnográfico. Él hace estos maravillosos collares que se sienten "primitivos", pero uno no logra determinar de qué cultura son.

Para mí, pensar en estos joyeros es realmente pensar sobre la identidad. Las cuestiones de etnicidad y el lugar han sido importantes para nosotros en casa y la joyería de Nueva Zelanda está llena de referencias a los maoríes (los pueblos indígenas) y las culturas de la Isla del Pacífico, así como a la naturaleza y a los materiales naturales únicos. Es parte de cómo hemos establecido un lugar para nosotros en el mundo. No ocurre lo mismo con la joyería holandesa, la cual, al estar en el centro de la joyería internacional, no utiliza el lugar o la identidad para definirse a sí misma. La joyería holandesa no es buena porque es holandesa - es buena porque es la mejor joyería que se está haciendo, punto. (¡Al menos, eso es lo que los holandeses te dirán!) Algunas personas que conocí preguntaron ¿Qué importaba de dónde venían? ¿Cuál era exactamente la identidad holandesa de la joyería holandesa? ¿Zuecos y queso? ¿Molinos de viento?

Terhi Tolvanen me contó una maravillosa historia sobre la naturaleza que me ayudó a pensar en estos temas. Mientras ella estudiaba en la Academia Rietveld de Ámsterdam, emprendió un viaje de clases a un bosque. Al ver un hongo, fue a patearlo. Sus compañeros de clase le dijeron: "¿Por qué pateas el hongo? A alguien más le gustaría verlo". Me reí cuando me dijo esto, ya que en Nueva Zelanda, al igual que en Noruega, hay un sinfín de hongos y por supuesto los pateas. Pero en los Países Bajos, la naturaleza no es tan natural o abundante como en otras partes del mundo. Es una amenaza, algo que hay que controlar y dominar u ordenar y atesorar.
Peter Hoogeboom
Del mismo modo, con la obra de Peter Hoogeboom, la dinámica es tan diferente a la de país, donde tomar los motivos o el estilo de la joyería indígena se llamaría apropiación cultural, una especie de robo. Cuando le pregunté a Peter si alguien lo había acusado de apropiación cultural, él dijo: "¿Quién me diría algo así?" Justo entonces vi la enorme diferencia entre su mundo y el mío. En el centro del imperio, donde los objetos han fluido desde las colonias durante siglos, no hay nadie que desafíe o haga preguntas sobre lo que haces. En una colonia como Nueva Zelanda, los nativos te harán rendir cuentas. (Por supuesto, eso es asumir que hay algo que se debe tener en cuenta.)

Todo esto hizo que me diera cuenta de que cuando hablo sobre los efectos de la identidad, no me refiero a la identidad nacional obvia- los signos cursis de ser holandés, o americano, o un neozelandés que se puede comprar en tiendas de recuerdos (souvenirs). Más bien, me refiero a los hábitos de la mente. Debe afectarte cuando vives en un país que está efectivamente bajo el agua, en el que el océano es una fuerza peligrosa que hay que vencer. Debe afectarte cuando vives en un país colonial históricamente poderoso, el centro del mundo durante tres siglos. Sé que estos problemas no son la única manera de pensar en la joyería contemporánea, pero ¿deberían ser reconocidos? ¿Qué ganas, o pierdes, cuando los traes a la conversación?

Hola Bijou
Casi todos las personas que me encontré en Alemania, Holanda e Inglaterra coincidieron en que Francia es una especie de agujero negro, una ausencia y un vacío en el mapa de la joyería europea. A menudo me preguntaban por qué en un viaje para ver y conocer a los joyeros europeos y su trabajo, yo iría a París. La creencia general era que no había sucedido mucho en Francia desde que Lalique hizo algunas cosas absolutamente frescas con bijoux (joyería) en principios del siglo XX.  

Al llegar a París, descubrí una escena de joyería contemporánea, me encontré con una serie de joyeros, asistí a una inauguración de la exposición y hasta recibí una copia del catálogo de Tambien conocida como Joyería (Also known as Jewellry), exposición  francesa bajo la curaduría de Christian Alandete y Benjamin Lignel que actualmente es itinerante en galerías en Inglaterra, América, Italia y Alemania. Ese exhibición fue organizada por La Garantie, una asociación para la joyería contemporánea francesa, por lo que incluso tienen una institución dedicada a la promoción de su trabajo. No es demasiado lamentable para una práctica que no se supone que existe.

Lo más sorprendente para mí fueron las similitudes entre Francia y Nueva Zelanda. Hay pocos joyeros franceses conocidos internacionalmente (Monika Brugger y Frederic Braham son los más famosos) así como nosotros que realmente sólo tenemos dos joyeros (Warwick Freeman y Lisa Walker) con reputaciones significativas en el extranjero. Al igual que nosotros, los franceses están empezando a utilizar redes y conexiones, trabajando duro para penetrar en el ámbito de la joyería europea.  Al igual que Nueva Zelanda, pero sin suerte cuando se considera cuántas personas viven en Francia (61 millones frente a cuatro millones) que sólo tienen unas cuantas escuelas de joyería.  Y, lo mismo en ambos países, el tiempo que se pasa estudiando joyería es demasiado corto, sólo unos pocos años. A diferencia de Nueva Zelanda, Francia tiene muy pocas galerías (públicas o privadas) dedicadas a mostrar y apoyar la joyería contemporánea. El caso de la joyería francesa muestra lo que pueden hacer algunos entusiastas, talentosos y comprometidos; y es un buen recordatorio de que siempre hay gente peor que los joyeros de Nueva Zelanda. También es un recordatorio de lo difícil que puede ser conseguir una invitación a la fiesta de la joyería contemporánea, lo poco que el medio se preocupa por nada fuera del radar o fuera territorio.

Trauma Transitorio
En el tren de Pforzheim a Amsterdam, decido que nunca voy a volver a escribir sobre la joyería de Nueva Zelanda. Aparte de algunos individuos excepcionales, simplemente no es lo suficientemente buena para tomar su lugar en la historia mundial de la joyería. Sólo voy a escribir sobre joyeros europeos y americanos, los mejores del mundo. Comienzo a planificar en qué ciudad internacional viviré.

Unos días más tarde, en el tren de Amsterdam a París, decido que nunca escribiré nada más que sobre la joyería de Nueva Zelanda. Olvídate de Europa, me encanta Nueva Zelanda y todo sobre ella. Si el resto del mundo es demasiado estúpido para ver el brillo de la joyería contemporánea de esa hermosa isla que yo llamo casa, entonces todos se pueden perder. Prometo no volver nunca más al extranjero.

Sentado en el tren al aeropuerto de Munich, a punto de volar de nuevo a Nueva Zelanda, me doy cuenta de que acabo de experimentar el punto de viajar al extranjero. Pierdes tu inocencia y tu seguridad. La joyería contemporánea de Nueva Zelanda no es ni la peor ni la mejor del mundo. Mis viajes han confirmado que Nueva Zelanda es un país pequeño que sólo jugará un rol pequeño en la joyería del mundo. Pero también me ha demostrado que hay mucho que se puede obtener desde la perspectiva que adquieres desde las profundidades del planeta. Cuando sabes que no eres el centro de las cosas, terminas mirando menos hacia dentro que aquellas personas que viven en países culturalmente poderosos y que no tienen necesidad de preocuparse por lo que podría estar sucediendo en cualquier otro lugar.

La joyería de Nueva Zelanda puede estar de pie con el resto del mundo y tiene un lugar en la discusión tanto como la joyería de cualquier otro país. No es malo recordar que el trabajo duro y la excelencia son requisitos para el éxito. Comienzo a preguntarme lo que mi próximo viaje en el extranjero me enseñará y me doy cuenta de que no puedo esperar para llegar a casa.

Gracias a Barbara Magaña y Mariana Acosta por la asistencia.


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